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REPORTAJE | 22-11-2016 19:10

Una recorrida con el Pepo

Estuvo en lo de Mirtha y hablaron todos de él. El cantante le contó su vida a H y lo acompañamos a los Premios Gardel. Enterate quién es el cantante que pasó por la cárcel y ahora lo baila Maradona.

Junio de 2016. Son las cinco de la tarde en la esquina de siempre, y Pepo dice que no, que no es jogging, que tampoco es un jean, que es un pantalón de golf. Y agrega un “mirá”, pidiendo atención, y baja el cierre de la campera blanca y muestra una remera Nike. Una remera Nike que le debe haber costado lo mismo que una camisa de marca. O más. Es negra y con brillos, del estilo de las que usan los reggaetoneros. También, lleva lentes oscuros y una visera, no gorra, porque gorra, dice, usa la policía. Pepo describe su indumentaria como si estuviese ante un periodista de moda. Habla mientras puede: mientras no le tocan bocina para que salude, mientras no le pidan fotos, o no se acerque alguno de sus músicos. Hoy todos tienen un look distinto al que usan cuando se juntan en esta esquina antes de salir de gira por los bailes del conurbano: en un rato estarán en el teatro Gran Rex. Hoy es tarde de alfombra roja: Pepo está nominado en los Premios Gardel en la terna “Mejor álbum artista tropical”. En una Hilux salimos desde San Martín y General Paz, sentido a Udaondo. Pepo va de acompañante. Atrás están Pepa (su mujer), un camarógrafo que registra todo para un documental sobre su vida y el cronista de H, que pregunta, como los periodistas deportivos a los jugadores cuando acaban de ganar un campeonato: "¿Qué sentís?"

-Que llego a un evento que jamás me hubiese imaginado. Nunca pensé que iba a pasar esto. Son los premios más importantes de la música en Argentina, es impresionante, ¿entendés? No sabés las sensaciones que tengo. Pienso en mi viejo, en toda la gente que tengo al lado. Quisiera estar pensando lo que sienten ellos, ¿entendés?

-¿Por qué te resulta tan especial?

-Yo creo que haber llegado con otro disco no sería lo mismo, ¿entendés? Para mí este disco es especial. Y que este disco haya sido el que está ternado, es muy loco, boludo. Porque es el de la vuelta al ruedo, el de un montón de años de sufrimientos, ¿entendés? Propios y de familiares. Muchas sensaciones, ¿viste? ES GARDEL

El disco ternado, el disco que lo lleva a Pepo y a sus músicos al Gran Rex, se llama Libre, y Pepo dice que es tan, tan especial, porque sus once canciones fueron escritas en la celda 39 del pabellón A del Módulo 2 del Complejo 1 de Ezeiza. Y varias de ellas fueron ensayadas y tocadas en vivo en eventos intercarcelarios por “Bien de abajo”, la banda que formó durante su condena, junto a sus compañeros de prisión. Algunas de esas letras, que fue sacando con su mamá en cada visita porque podían perderse en las requisas, llegaron a las hinchadas, que las convirtieron en himnos del fútbol. Otras, al gimnasio de Diego Armando Maradona en Dubai, que se grabó en un video bailando canciones de Pepo junto a su novia Rocío, y al terminar, le envió saludos. Y otras, a las concentraciones de la selección argentina, y varios equipos de primera división. Y todas, en conjunto, en un cd, son las que están llegando ahora a los Premios Carlos Gardel. Por eso, Pepo dice que hoy, todo es especial.

EL DEBUT Fue hace catorce años, en Scombro bailable de José C. Paz. Pepo lo recuerda como la noche del debut oficial de "Los Gedes" (su ex banda, hoy es "El Pepo y la súper banda gedienta"). En realidad, el primero había sido en un cabaret que les pagó con cervezas y un pase con una puta para cada músico. Pero la noche en Scombro fue bastante más tensa. Antes de subir al escenario el dueño del boliche le avisó que había 6700 personas esperando el show, y dos cuadras de gente afuera Después de intensos 40 minutos de recital en vivo, recién bendecido como nueva estrella de la cumbia argentina, Pepo se fue a festejar al Tropitango, conocido en el ambiente como “la catedral de la cumbia villera”. Eran casi las cinco de la mañana pero Pepo ya no era el pibe que debía hacer la fila y pagar la entrada y ser requisado por los patovicas. El Pepo de Los Gedes pasó gratis, le dieron alcohol gratis, y le presentaron gente que quería saludarlo. Todos lo miraban, todas lo querían besar. En un momento de la noche el que se acercó fue un señor mayor, bien vestido. Era el dueño del Tropi. Se presentó y le dijo que quería contratarlo para el viernes próximo. No era poca cosa: en Zona Norte, donde la cumbia es religión, un grupo no era respetado ni consagrado hasta no tocar en vivo en el Tropi. Y esa noche no podía terminar mejor de lo que terminó: bailando apretadito con la Caro, que después de varios temas le dijo que sí. Hacía meses que Pepo le estaba atrás. Pero esa noche era distinta: La Caro iba a poder contarles a sus amigas que se había ido con el Pepo de Los Gedes. Al día siguiente, sus fans, o sus amigos, o las dos cosas juntas, se encontraron en una plaza de Tigre, desde donde saldría la camioneta de los músicos. Llenaron los dos colectivos que habían contratado. La familia de Pepo viajaba en un fitito, junto a la caravana. El destino era el estudio de Pasión de Sábado. Para esa época Pepo paraba con sus amigos en una plaza de Tigre y era conocido por inventar las letras de las canciones de la hinchada de Tigre. Tenía 27 años. Sus adicciones nunca le habían permitido tener un trabajo estable. Los veranos viajaba a Villa Gesell y vendía ensaladas de frutas en la playa, y dormía en la calle. La leyenda dice que en una de esas temporadas, Pablo Lescano, líder de Damas Gratis, buscaba un cantante para un grupo de cumbia que produciría. Se lo sugirieron al Pepo y no lo dudó. Desde esa noche en Scombro, desde esa tarde en la televisión, hace diez años, un día como hoy, una noche como hoy, la vida de Pepo iba a ser otra.

-¿Qué pensaste ese día apenas terminó el show en la tele?

-Mi primera conclusión fue “qué descontrol que va a ser mi vida a partir de ahora”.

Pepo lo dice y se ríe a carcajadas. Y sigue recordando: que antes de esa noche en Scombro él ya percibía que Los Gedes iban a ser la banda número uno de la cumbia argentina (en las radios todos pedían temas del grupo). Hacía semanas que él se había encargado de llevarle cds a los dj de las bailantas del Conurbano. Pero desde aquella aparición televisiva comenzaron a contratarlos de entre siete y ocho bailes por noche. Y en días apenas, Los Gedes pasaron a vivir de la música. Y con los meses y años, a grabar siete discos, a presentarse en países limítrofes, a grabar con Los Pericos y Los Decadentes, a sonar en todas las fiestas, y en todas las tribunas.

LA DROGA

Hit tras hit, hasta que Pepo no estuvo más: en 2006 se internó un año para recuperarse de su adicción al paco. Arrancaron el 2007 otra vez a toda máquina: otra vez los festivales, las giras, las multitudes pidiéndoles cumbia. Primero los padres de Pepo decidieron que estarían ahí, en sus shows, entre bambalinas, marcándolo de cerca. Funcionó. Pero era demasiado bueno para durar: a los meses Pepo recayó y se instaló en la 1-11-14. Al principio, de domingos a viernes a la tarde se quedaba en la villa y volvía a su casa de Tigre en la noche del viernes para enterarse dónde tenía que cantar: la verdad es que ya nada le importaba, si eran cinco bailes, dos, o mil. La música se había vuelto un trabajo, en el sentido del tipo que cumple horario en una oficina, en la fábrica, en donde esté el dinero para sobrevivir. Cuando todo terminaba, después del último baile del sábado, se metía a un after de Costanera y se pasaba la mañana en la discoteca. Al mediodía, con la billetera llena, arrancaba para Bajo Flores. Al tiempo, ya no tenía ni teléfono celular. El grupo lo buscaba y no podía encontrarlo. Y la gira semanal que se tomaba un respiro para ir a cantar los fines de semana ya ni siquiera respetaba los fines de semana y Pepo, inubicable, entró a quedarse en la profundidades de la villa directamente de lunes a lunes, consumiendo, dejando de garpe a sus fanáticos.

LA CARCEL

Al otro lado del teléfono, me cuenta, Pepo está vestido con un conjunto deportivo del Chelsea y ojotas con medias. Parece que hay mucha ropa deportiva colgada de las barandas de arriba, donde están las celdas individuales. Abajo, en algunas de las mesas sus compañeros juegan al dominó, al truco, otros miran un partido de River, alguno se baña. Otros hablan por teléfono, como Pepo. Y otros esperan que esos teléfonos se desocupen. A cada uno le corresponden quince minutos. Son cuarenta, todos hombres, para hablar por dos teléfonos. El que iba a ser, el que hubiera sido el vocalista de la banda número uno de la movida tropical está preso en el Complejo 1 de Ezeiza. Dos días atrás lo condenaron a seis años y diez meses. Lo habían detenido por un robo a una casa, cuando sus dueños no estaban. Llevaba tres días sin dormir. Todo lo recaudado se iba en drogas. En pasta base, más que nada. Esta es la segunda condena que cumple por robos en un penal. Cayó en 2008, salió en 2011 y a los pocos meses volvió a la prisión. Hace diez años que la vida de Pepo es música o delincuencia. Es cantar o robar. Es ser una estrella o ser un preso. Es tener a todos o no tener a nadie.

LA BANDA

Mayo 2016. Hace frío. Un frío de esos que solo hacen por estos días. Es un miércoles de mayo a primera hora en un estudio de grabación de Rafael Calzada. Pepo tiene mate en mano y micrófono en la otra, y otra vez viste ropa deportiva: todo Adidas, como si fuese modelo de la marca. Hasta hace un rato, andaba vomitando: le pidió al chofer del remís que frenara en dos esquinas distintas, que no aguantaba. Anoche, cuenta mientras sus músicos prueban sonido, comió un locro en una rotisería de Once. Que debe ser eso. El ensayo empieza, y Pepo le pide al cronista de H que tome el tiempo de las nueve canciones que tocarán. Todas, en orden, están escritas con marcador en una pizarra. Pepo es otro. Otro al que era antes, el de los párrafos de arriba. Ahora hace de capitán: cita a los músicos y los espera bien temprano con los remises. Se encarga de los arreglos de los instrumentos, de la indumentaria con su rostro que se vende en los bailes, de sus redes sociales, de todo. De todo lo que antes delegaba. De todo lo que antes no le interesaba. En esta vuelta lo más loco que hace es fumar en un cigarrillo electrónico, y hasta prohíbe que se beba en la camioneta que los lleva de baile en baile, o que se suba a mujeres de la noche. Después del ensayo y antes de unos sanguchitos de carne, Pepo pregunta si queremos hablar con él. Se apoya sobre una pared de la entrada, piensa unos segundos y responde que siente que esta vuelta comenzó en una salida transitoria. Aquella vez, a comienzos de 2014, salió de la cárcel y se fue a Pacheco a grabar una escena del documental “Alta cumbia”, próxima a estrenarse. Ahí, durante un asado junto a la gran mayoría de los cantantes de cumbia villera, cantó a capella una de las canciones que había escrito en la cárcel. Alguien lo grabó con un celular. Ese alguien, ese mismo día, compartió el videíto en las redes, se viralizó y sus fans y el ambiente, volvieron a tener noticias de la vida de Pepo.

-Esa salida me generó mucho placer. Fue la primera vez que volví a estar en medio de mis colegas. Me sentí el mejor, a pesar de que al día siguiente tuve que volver a la cárcel.

-¿Y cómo manejaste eso? -Haciendo terapia. Aprendí a vivir los momentos, a disfrutar. Yo antes no disfrutaba nunca. Con la terapia de la cárcel empecé a disfrutar las pequeñas cosas. Más cuando arrancás con las salidas transitorias. Para muchos presos es muy deprimente salir y a las 24 horas tener que volver. Yo volvía feliz. No feliz por encerrarme. Volvía feliz porque seguía haciendo las cosas bien.

LA VUELTA

Pepo no sabía su fecha de libertad pero ya tenía músicos. Porque en la cárcel, uno de sus mejores compañeros le habló de un familiar que estaba armando un grupo de cumbia. Y fueron ellos los que, en cada salida transitoria, llegaban a la casa de Pepo para tocar las canciones que Pepo escribía. Con las salidas transitorias, los ensayos comenzaron a transmitirse en vivo por internet, para todo el mundo. Entonces Pepo, en el fondo de su casa, al aire libre y con la ropa colgando como parte del paisaje (y los vecinos escuchándolo y mirándolo desde las terrazas), continuó gestando su vuelta.

-¿Y cómo te fuiste convenciendo de que lo que hacías estaba bueno?

-Digamos que me fui convenciendo de a poco. Nunca me di cuenta de la dimensión que estaba tomando. afuera la música que hacía en la cárcel y en las salidas transitorias. Porque yo me tiré a la pileta: podía haber grabado los temas de Los Gedes y listo. Laburo iba a tener. Pero era lo más fácil, y siempre hice lo más fácil. Aquella vez no me pareció lo correcto. Nunca había tenido la posibilidad de hacer algo propio, y hoy te digo que no tenemos techo. La bola se sigue generando. Vamos por todo.

-¿Lo que te pasó es el destino?

-Yo creo que el de arriba pensó “vos hiciste el esfuerzo para estar mejor. Te costó, pero acá tenés el premio”.

-¿Cuál fue el mayor esfuerzo?

-Tener pibes fumando pasta base a tu lado, con un olor que impregnaba todo el pabellón. Tener eso al lado. Ellos fumando y vos en una cama. El no quebrar.

EL FUTURO

En el año y medio que lleva libre Pepo hizo un descontrol. Descontrol mayor al que hacía cuando se iba de gira a la villa, en sus épocas oscuras. Ahora, cada fin de semana debe elegir a qué boliches ir. La agenda está cargada y siempre supera los seis o siete bailes por noche. Su grupo viaja por todo el país, y ya salió varias veces al exterior. En agosto, hay gira por distintas ciudades de Chile. Pero Pepo, siempre apoyado sobre la pared, asegura para cerrar la entrevista (porque ya le gritaron que están los sanguchitos de carne), que lo mejor todavía está por venir:

-El objetivo es abrir plazas nuevas, cruzar a Estados Unidos y Europa. ¿Te lo imaginás?. Yo sí. Si no, sería un conformista.

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