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ENTREVISTAS | 01-07-2012 20:54

Locos de colección

Podrán decir que les falta un tornillo. Nosotros los envidiamos. Supieron decirle a su jermu “No jodas” y se gastaron todo en una obsesión.

Producción: Alejo Zagalsky / Fotos: Pablo Grinberg Octavio Mancini

COMICS

El fundador del Club del Cómic y su visio más grande. Llegó a tener 10 mil revistas en su colección.

ASÍ ARRANQUÉ TODO POR SUPERMAN. Empecé de muy chico a coleccionar. En esa época (fines de los 70) no había comiquerías. Las revistas de historietas se conseguían en algunos kioscos, parques, y en locales de canjes y venta de revistas usadas. Recuerdo que pasando por uno de esos negocios, en su vidriera vi una revista de Superman. El personaje en sí estaba peleando contra un dragón. Le dije a mi vieja que quería esa edición y, lamentablemente (risas), me hizo caso. De ahí en más comencé a leer primero cómics de superhéroes, y en mi adolescencia, recuerdo que la revista Humor -que compraba mi viejo-, comenzó a publicar una historieta que se llamaba La Feria de los Inmortales. Me voló la cabeza.

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EL INICIO DEL CLUB EL SUEÑO DEL PIBE. A mis 15 años viene mi viejo un día muy serio a mi habitación y me dice: “Rafa, deberíamos ver una manera de poder acceder a más cómics, sin fundirnos en el intento”. Y bueno, ahí junto a dos amigos que había conocido en el Parque Rivadavia, se nos ocurrió la idea de armar un Club. La idea era unir nuestras colecciones para que todo el mundo pudiera asociarse y alquilar las revistas y libros. Era una época que se conseguían pocas historietas acá. Le pusimos de nombre el Club del Comic, y en dos meses teníamos 200 socios. En esa época (1987), no había mailing, ni redes sociales ni Internet. Era de boca en boca. Yo tenía 17 años y no podía creer que hubiera tanta gente interesada en leer cómics.

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CÓMO LLEVARLA. Llegué a tener entre revistas y libros más de 10 mil ejemplares. En algún momento, por diversas circunstancias vendí la mayor parte. Costó por lo que significaban emocionalmente pero en la vida no hay que atarse tanto a las cosas. Hoy leo de todo, pero solamente conservo lo que realmente pienso que puedo llegar a releer. No me interesa guardar por guardar. Solamente tengo algunas ediciones autografiadas de artistas que admiro por su talento y que además respeto como personas. Por ejemplo, tengo una pagina doble original dibujada por Quique Alcatena que salió publicada en un especial de Batman. Es una versión pirata hermosa.

CAMISETAS

Claudio Distéfano ama el marketing deportivo, pero no tanto como las camisetas históricas.

MI MUSEO POR AMOR A LA CASACA. Siempre coleccioné cosas relacionadas con el merchandising: latas, botellas, figuritas, botines, porque me sirve para los micros de marketing que hago en el canal de subte, o en otros como TyC Sports o Fox Sports. Más adelante conocí a la gente de la Asociación Argentina de Camisetas de fútbol, y decidí emprender el camino de la colección de camisetas, que se dividen en dos: las de tiendas y las usadas por los jugadores. Y armé un museo. Se llama “Templo del otro partido”. Ahí tengo unas 1.000 camisetas, de las cuales 300 son “de juego”. Además tengo unos 5.000 ítems: raquetas, pelotas, figuritas...

LA VETA DEL NEGOCIO. Hay algunas cosas que puedo vender, porque armé una unidad de negocios que se llama Momentos Memorables, con regalos personalizados. Así vendí una camiseta del Goma Vidal, de Ferro, del Chino Pavone, de Francescoli, Alonso, Pinino Mas. De Palermo, de Gatti. Varias se fueron. Pero tengo algunas cosas que de ninguna manera se van a ir de mi templo: un buzo que Boca usó en 1967, con la imagen de Crush en el medio, que fue la primera publicidad; una camiseta de 1936 de Bernabé Ferreyra, de River; el pantalón amarillo de Riquelme de 2007, con el que él ganó la Copa Libertadores; o una polera del Loco Gatti, con la Publicidad de Vinos Maravilla.

DE DONDE SALEN? Varias de estas cosas fueron donadas por conocidos. Tengo un Olimpia de oro, que me prestó la mujer de Bernardo “Toro” Otaño, un jugador de Rugby, que lo ganó en 1965. Acá lo ven un montón de personas. También me gusta ir enriqueciendo las historias. No tengo muchas cosas de boxeo en el mueso, entonces me enfoqué en un personaje, Alí. Hace poco compré un cómic de Muhammed Alí contra Superman, de Denny O'nneal y Neal Adams. Es una edición de lujo, donde pelean los dos. En la tapa ves que entre los que miran la pelea está Kennedy. Y pescando más información, Ahí firmó en el contrato que si perdía con Superman no participaba. Esas historias son muy divertidas, pero son mejores con el producto en la mano.

BEATLE

Gerardo Weiss. Peluquero. Su local es un santuario a los cuatro fabulosos de Liverpool.

Empecé con esto en el año 1971. Estaba jugando a la pelota y escuché el tema Love me Do. Fui a preguntar qué era y quedé tan loco que dejé de jugar y me fui a casa a pedirle a mi viejo que me comprara el disco. A partir de ahí, hasta ahora, no paré nunca de coleccionar. Me fundí con 15 tarjetas de crédito para comprar merchandising Beatle. Vendí dos autos. Al final puse la peluquería (Pasaje Eustaquio Cambieses 1848, Flores) para juntar tres pasiones: los Beatles, cortar el pelo y las minas.

LAS RAREZAS. Lo más raro que tengo es el nombre de mi hijo. Me tuve que pelear para que me dejen ponerle Lennon. Tuve que poner un abogado, la jueza me dijo que senté precedente. También tengo un muñeco de John que habla. Hay solamente 600 en el mundo, y estaban licenciados por Yoko Ono. Mi peluquería entera es un santuario. Tengo además montones de grabaciones inéditas. Cuando conseguí la cumparsita tarareada por Lennon no lo podía creer!

ROCK SHIRTS

El conductor de “Gente sexy” en la Rock & Pop y sus 150 remeras rockeras. El 90 % son negras. Como debe ser.

SIN QUERERLO. PORQUE SÍ. No sé si me puse a juntarlas especialmente, no tengo un sentido tan coleccionista. Están en el placard y hay criterios: Heavy Metal, Black Metal, Hardcore, Death Metal, Grindcore. Debo tener más de 150, prolijamente ordenadas: pilas de remeras negras, que son el 90%, y las de color en otro lado. Orden y rock.

ADOLESCENCIA PERMANENTE. PLANCHADITAS. Mis remeras se remontan a los 90, que tuvieron muchas cosas terribles, pero trajeron las remeras posta, de bandas, no las berretadas que vendían antes que se te rompían al segundo lavado. Hoy todavía tengo remeras de esa época, hechas mierdas, pero están. Me acuerdo que me había comprado una de Jane's Addiction de Ritual de lo Habitual. No me la saqué nunca, la tuve puesta toda la secundaria. Tenía agujeros por todos lados pero la seguía usando. Hasta que mi vieja me la hizo trapo (no lo hablé en terapia… todavía!). A partir de ahí fui comprando remeras. Pre Internet era bastante complejo el tema. En esa época las necesitaba grandes por los hombros, ahora me vienen bien por la panza.

MUÑEQUITOS

Guillermo Otero, un tipo que tiene en su casa un E.T. tamaño real merece todo nuestro respeto.

No sé bien porqué empecé a coleccionarlos. Me empezó a copar, viajaba, veía nuevos y empecé a juntar. Llegué a tener 5000 o 6000, pero cuando me mudé vendí casi todo. Me quedan unos mil. Lo más raro que tengo es el ET gigante. Un día, un amigo que me ayudaba a comprar las cosas, me llama por teléfono y me dice “Guille, me llegó un ET gigante, no tengo idea cómo llevártelo. Va a costar un huevo”. Cuando lo compré no pensé que era tan grande. Le dije que averigüe la opción más barata y al otro día me llama: “la manera más barata es sacar un pasaje para bebé”.

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