Amanda camina con dificultad. Hace un esfuerzo que se denota en su rostro. En cada paso frunce el seño y luego detiene su marcha, respira profundo y vuelve a arrancar. Lleva su mano derecha en su panza como quien sostiene algo que pronto puede caerse. Con la izquierda, se aferra con firmeza a las rejas verdes que la ayudan a alcanzar la puerta principal del Hospital. Camina sola, pero a pocos metros su madre la contempla mientras ordena papeles en un sobre color madera.
La calle Ñandubay está desierta, en la esquina un puestero ofrece facturas y café a un precio razonable. El frío es intenso. Esa mañana en la localidad de Ezeiza, la temperatura apenas llega a los 3 grados. El cielo es surcado por aviones que esperan su turno para poder aterrizar en el aeropuerto internacional. En pocas horas, nacerá Ayelén la primera hija mujer de esta joven empleada doméstica que vive en una barriada cercana a la cancha de Tristán Suárez. Por la calle La Merced la escena es bien distinta. Con la sirena a todo volumen entra pidiendo camino una ambulancia. Parece ser un caso de extrema urgencia. Los médicos bajan corriendo y exigen un camino liberado. Junto a ellos dos efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria contemplan el perímetro. Las puertas se abren de par en par y en la camilla sólo se llega a vislumbrar a una mujer de pelo cobrizo y tez morena. Ella también toma su panza y grita de dolor. En pocos minutos, el quirófano del Hospital Alberto Eurnekian se revolucionó. Algunos médicos apuran la cesárea que le practicaron a Amanda para que su hija llegue al mundo, otros se concentraron en salvarle la vida a la otra joven que llevaba en su panza más de 32 cápsulas de cocaína, de las cuales cinco ya estaban rotas.
Con la panza llena
En 17 años de funcionamiento, la unidad especial de este hospital interzonal ayudó en la evacuación de 30.842 cápsulas de cocaína. El último caso, y el número 20 en lo que va del año, ocurrió hace pocas semanas y fue el de una joven misionera de 27 años, quien llegó en coma al centro de salud. Casi muere en la operación que fue seguida hasta por la propia custodia policial. Los estudios confirmaron que la mujer tenía 140 cápsulas de cocaína en el estómago y 20 en el intestino. La droga fue extraída por los médicos, tras lo cual fue dada de alta a los cuatro días y puesta a disposición de la justicia.
“El trabajo es incesante, cada semana se nos presenta un caso diferentes de personas que llegan con la droga en su cuerpo. Muchas de ellas ponen en riesgo su vida y acá funciona un equipo especial para impedir que la gente muera. Tenemos médicos capacitados, un servicio especial con cuatro camas y baños químicos”, le cuenta a HOMBRE la doctora Graciela Sorrentino, directora del centro de Salud.
Este equipo trabaja en conjunto con las fuerzas de seguridad presentes en los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque, quienes si detectan un caso sospechoso de alguien que podría llevar droga en su cuerpo lo trasladan al hospital. Muchas de estas mujeres y hombres intentan sacar la droga hacia Europa, aunque también son numerosos los casos donde las “mulas” intentan ingresar al territorio argentino con la mercancía en su cuerpo.
“Nosotros hablamos con la persona, le explicamos el riesgo que corre su vida, firman un consentimiento informado sobre el tratamiento. Es mucho más común de lo que se supone que una de las cápsulas se rompa, comience a filtrarse u obstruya el intestino”, cuenta Sorrentino.
Mulas y burros
Las mulas no siempre son mujeres. Eso forma parte del imaginario popular. Un relevamiento confeccionado por la Unidad Especial dio cuenta que el 93% de los casos atendidos en el hospital de Ezeiza son hombres, y el 62 % provenían de América del Sur (Perú encabeza la lista, con el 57%) y el 38 por ciento de otros continentes (Sudáfrica, en primer lugar, con el 42%). Un dato conmueve y sorprende: del total de las mujeres atendidas, un 3% estaba embarazada y utilizó esta excusa como estrategia para intentar sortear las sospechas.
Revista Hombre realizó en exclusiva, la ruta que suelen recorrer las personas que entran a este hospital con droga camuflada dentro del cuerpo. En todos los casos, llegan a la guardia custodiadas por las fuerzas de seguridad, y hasta que no toman conciencia que su vida corre riesgo suelen clamar por su inocencia. Para certificar cualquier sospecha y saber si la persona esconde la droga se realiza un protocolo que siempre termina con la evacuación en baños especiales, o con la extracción manual de las cápsulas en el marco de una operación (ver recuadro del paso a paso).
Primero las mulas son derivadas al área de rayos, donde son sometidas a una clásica radiografía de su estómago. En algunos casos las cápsulas no llegan a verse del todo bien como para certificar el tráfico. Frente a la duda, suele utilizarse un tomógrafo que ofrece más precisión. Si los médicos detectan que alguna capsula rompió su envoltorio, el procedimiento se agudiza y la mula es trasladada de urgencia al Shock Room, para comenzar con la intervención quirúrgica. En algunos casos, hasta la custodia policial que la trajo hasta la guardia puede presenciar la operación. Si la situación no es grave, el hospital cuenta con un área especial para que la evacuación sea controlada. Suena desagradable, pero no lo es tanto. Son pulcras habitaciones con baños especiales ya que cada defecación debe ser certificada como parte de un procedimiento (la peor parte se la lleva el personal que allí trabaja).
Según explica Sorrentino, “la mayoría de los pacientes pueden evacuar la droga por sí mismos en los baños químicos. Sin embargo, un 5% requiere cirugía cuando una de las cápsulas se rompe o comienza a filtrarse, lo que produce dolores insoportables y puede llevar rápidamente a la muerte si no se toma a tiempo”.
Perfil de mula
Las personas seleccionadas como “mulas” suelen ser vulnerables y de bajos recursos económicos. Y muchas lo prueban para hacerse de una determinada suma de dinero rápido, en forma desesperada.
Si bien el pago por el traslado de la droga dentro del cuerpo no está tabulado, las fuentes policiales especulan que suele pagarse entre 3000 a 5000 dólares.
Hace pocas semanas cayó en Ezeiza un argentino que tenía un ticket para viajar a Madrid. Llevaba dos valijas con ropa y 105 cápsulas de cocaína en su cuerpo. La mula de 42 años, domiciliado en la localidad bonaerense de Glew, estaba siendo investigado por efectivos de la Superintendencia de drogas peligrosas de la Policía Federal (PFA). Hacía tres meses que lo venían siguiendo y pudieron documentar como fue la tarea de seducción que realizaron sobre él un grupo de narcos colombianos.
El hombre no logró superar el nerviosismo que le generó un simple interrogatorio policial en la fila del checkin para abordar un vuelo a España. Al ser requisado por personal de la División Operaciones Metropolitanas con auxilio de un equipo de rayos “X” denominado “Body Scan”, se le aplicó el protocolo de intervención para estos casos de “ingestados”. Finalmente fue apresado en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini y trasladado de urgencia al Hospital Zonal de Ezeiza. El hombre fue sometido a prácticas tendientes a la evacuación de la droga que llevaba en su aparato digestivo. CFrente a él y en silencio la acción era contemplada por médicos y policías que lo custodiaban para evitar una fuga.
La carga
Cada mula puede cargar un promedio de 80 cápsulas, aunque se registraron casos que dejaron atónitos a los médicos. En este hospital, el récord lo ostenta un hombre que llevaba 298 capsulas de cocaína e intentaba sacarla hacia el viejo continente. Habitualmente, la droga llevada en el interior del cuerpo es en el 60% de los casos cocaína en estado sólido, cubierta con un profiláctico o con restos de guantes de goma y, a su vez, se cierre con cinta aisladora o celofán.
En el 2011, los médicos de la Unidad Especial descubrieron una nueva modalidad que es materia de estudio. Las bandas narcos ya están implementando algo que se conoce como “cocaína líquida”. Hoy representa el 40% de los casos y no se ve en una primera placa. La operatoria es mucha más peligrosa ya que debido a su flexibilidad el envoltorio se rompe fácilmente.
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