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REPORTAJE | 01-02-2013 21:17

Surfers en La Rocinha

Edson, de 11 años, extiende parafina sobre su tabla de surf. No es una tabla propia, sino una prestada por la Escuela de Surf de la Rocinha, un proyecto social que nació hace 18 años y que hoy atiende a casi cien chicos.

Amanece en la favela Rocinha, la mayor de Río de Janeiro, y una de las barriadas más peligrosas del mundo. Edson, de 11 años, extiende parafina sobre su tabla de surf. No es una tabla propia, sino una prestada por la Escuela de Surf de la Rocinha, un proyecto social que nació hace 18 años y que hoy atiende a casi cien chicos. Fundada por Ricardo Ramos, la escuela arrancó oficialmente en 1994. Pero la iniciativa empezó en 1989. “Bocão”, como lo conocen en el barrio a Ramos, decidió arrancar el proyecto porque cuando iba de camino a la playa, los chicos le pedían tablas prestadas para surfear. Empezó enseñándoles a unos pocos y no paró más.

Escuela

“La escuela tiene un entrenamiento específico de surf, entrenamiento que se da acá en la sede con charlas teóricas, y después hay entrenamiento en la playa. Y hay algunas actividades paralelas que son clases de inglés, proyectos de alpinismo, clases de música y de educación ambiental con una ONG llamada Surfrider Foundation del músico Jack Johnson. Entonces no es sólo una escuela de surf”, cuenta Ramos entusiasmado por el despegue de su proyecto, que hoy goza de fama mundial.

¿Cuál es objetivo de la escuela?

Podríamos decir que son tres. Hay uno recreativo, que es incluir a los niños y jóvenes que están ociosos, para que tengan algo qué hacer y encaminarlos para el surf. El deportivo, que es practicar surf y generar atletas. Las olas de acá son reconocidas por los mejores surfistas del mundo. Y vienen de todas partes a practicar, pero los chicos de acá no tenían la posibilidad. Nosotros se las damos. Y ahí se engancha el tercer objetivo, el social, que es mantener la cultura del surf en esta comunidad. A mi el surf me enseñó a tener disciplina, responsabilidad y a ser una persona más solidaria. Desde mi papel de atleta procuro ser un buen ejemplo para las generaciones futuras.

¿Cómo bancás la escuela?

Al principio la escuela fue un esfuerzo mio, pero la verdad es que hoy es autosustentable. Las donaciones que recibimos son suficientes. Jack Johnson ha colaborado con nosotros, y estamos recibiendo una donación de la ONU.

¿Cuántos niños participan?

Nosotros tenemos un proyecto del gobierno con 45 niños inscriptos, en una franja de edad que va de los 12 a 18 años. Y tenemos 53 más soportados por donaciones. El curso dura un año, y al final reciben una tabla de regalo. Pero pueden seguir viniendo a entrenar y a reparar y mantener su tabla acá, como pasó con Carlos Belo, quien empezó las clases con nosotros a los 6 años de edad y ahora es surfista profesional.

Ramos señala la pared detrás de él, que está cubiertas de fotos de los alumnos, formando un mural gigante. La imágen más grande, es una de Carlos Belo Da Silva volando en su tabla. Conocido como Mister M, Belo representa el surf en la Rocinha, donde aún vive con los abuelos. Salido de las calles, pero hoy patrocinado por Nike, Belo es uno de los personajes del documental argentino Surfing Favela, sobre el cotidiano de jóvenes surfistas en comunidades cariocas.

DocuSurf

Los documentalistas Maximiliano Ezzaoui y Natalia Bacalini cambiaron de escenario y prefirieron la Rocinha a alguna Villa argentina, para contar la historia de cómo un deporte puede salvar a los chicos de la calle. El proyecto arrancó a fines del 2005. Luego de ganar 100 mil dólares en un concurso, la pareja de cineastas se decidió a hacer la película sobre la escuelita de surf de Bocao, y su intento por contener a los chicos "favelados". El documental pasó por festivales como el de La Habana y el Festival de Cine de Mar del Plata (hoy puede verse en Youtube).

Ezzaoui y Bacalini filmaron durante un mes y medio del 2006, con dos guardaespaldas (uno de ellos, provisto por los narcos), entre situaciones de límites violencia. "El quilombo se arma cuando entra la policía. Ellos entran corriendo apuntando, y si vos te asustas y corrés, tiran. Muchos chicos mueren porque se asustan, corren y se van", cuenta Ezzaoui. "El día que empezamos el rodaje era un domingo, que es cuando la gente de la favela pasea por la feria de la Rocinha. Y la policía rompió los supuestos códigos de convivencia con los narcos, que era jamás entrar en esos días. Todo estaba tranquilo, pero de repente, mientras ­ lmábamos a un viejo personaje del lugar, empezaron a caer cientos de efectivos de la Policía Militar, una de las fuerzas más pesadas -hasta tiene de imagen una calavera con dos cuchillos clavados-, corriendo por los pasillos, gritando. En segundos, quedamos en medio de un tiroteo bravísimo, en el que murieron algunos chicos".

Así comienza la historia contada por los directores argentinos, rodada íntegramente en la villa más grande y peligrosa de Río de Janeiro, una ciudad construida hacia arriba sobre los morros, con más de 250 mil habitantes que conviven a diario en seis kilómetros cuadrados. "La favela es como una ciudad medieval con campanas, donde es casi imposible localizar a los narcos. Es una serie de callejones que no llevan a nada. Nuestra referencia era el trabajo en Fiorito, donde empezamos a documentar en el inicio de la última crisis. Igual hay más códigos y respeto en la favela, porque en la villa te bancás siempre una verdugeada o que te tiren piedras. Los pibitos de acá son más asperos", suma Bacalini.

En el documental, Bocao explica que tuvo una infancia similar a la de sus alumnos: dura y sin ningún tipo de contención. Con el tiempo aprendió a surfear y a reparar las tablas que encontraba tiradas en la playa. Luego empezaron los cursos. Según Bacalini, "Bocao tiene una mente muy despierta para el ambiente donde vive. Al lado de la favela hay un barrio que se llama Sao Conrao. Allá hay una playa que frecuentan los surfers más adinerados, algunos son amigos del profe. Y allí es donde se genera una especie de conexión entre los de la villa, y los ricos del otro. En el agua comparten sensaciones, y los chicos no pueden creer que practican el deporte junto a campeones mundiales". "Ya que esta favela está muy cerca de una de las mejores playas de Río de Janeiro, es fácil que formemos campeones, y que el surf se convierta en una práctica común en esta comunidad. Incluso con tablas viejas conseguimos buenos resultados en las competencias. Carlos (Belo Da Silva ) ganó seis etapas en un año".

Belo, Mr. M, es el otro protagonista del documental. Una suerte de "Zé pequeño" (el protagonista de “Ciudad de Dios”), convertido hoy en promesa del surf de la Rocinha. “La película obligó a que Mr. M conozca otros lugares y que salga de la favela. Cuando llegamos él no sabía que existían las playas de Copacabana o Ipanema", dice Ezzaoui. Al ­final de la historia Belo dice: "Estoy cansado de vivir aquí. No deseo estar más en un lugar donde no puedo estar en la casa, porque a todo momento entran los balazos por las paredes. Yo quiero vivir en un lugar lindo", dice. Pero hoy sigue en la Rocinha (mientras no gira por el mundo). La escuela creció y él se convirtió en héroe, el modelo de otros campeones por venir.

La Rocinha

En la favela más grande de América Latina, la mayoría de las 250.000 personas que la habitan son trabajadores de clase media, o clase media baja, que trabajan en la otra ciudad, la maravilhosa. Por eso, además de ser la villa miseria más grande de América Latina, también es una de las que cuenta con mayores ingresos: entre uno y dos salarios mínimos, según el censo realizado por el gobierno de Río. El mismo relevamiento oficial advierte que la escolaridad alcanza al 47,5% de la población en el escalón de enseñanza básica, y al 21%, en el nivel medio. Por eso, los objetivos de organizaciones gubernamentales y ONG, están focalizados en rescatar de la calle al otro 80% de los adolescente. "Ahí no existe la adolescencia. Los pibes tienen 13 años y son como nenes, pero al año siguiente ya son adultos y trabajan para alguno de los narcos de Rocinha", resalta Bacalini.

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